Me preguntan algunas veces sobre mis ideas u opiniones en torno al momento que se vive dentro del rap en Chile. No es que no las tenga. Las tengo y son bastantes, pero descubrí hace un rato ya, que lo que otros denominan “explosión”, para mí dejó de ser un tópico de conversación. Hay ocasiones en que algunos raperos me escriben preguntando las posibilidades de publicar sus trabajos a través de mi blog, pero confieso que la mayoría de esas veces paso cual Bachelet en situación de incomodidad. Y no es que quiera “darle color” –como decimos en Chile—, es sencillamente que no me interesa o tal vez no me apasiona el tema tanto como en otros tiempos. Aunque, claro, tratándose de una sociedad acomodada en el cinismo como la nuestra, supongo que debe ser normal que se malinterprete una negativa en seco, pese a que intento ser prudente y comprensivo en mis argumentos. No objeto que se hayan alcanzado ciertos niveles, tanto en habilidades como en recursos técnicos o profesionalismo, para qué hablar de mercado, sin embargo, hoy mi hambre es por las propuestas y la vagabunda búsqueda del sonido que quiero escuchar. Aquella conjunción por la que pueda sentirme plenamente identificado. Sé que puede leerse como un discurso muy manipulado, pero el ejercicio mismo de esa pesquisa me ha puesto en este preciso instante la tarea de definirla… y sinceramente siento que ésta es mi mejor excusa para explicar el porqué mi mente viaja en otras órbitas. En esos sondeos tropecé con el sello independiente Bistec Records, cuya base radica en la ciudad de Montevideo, Uruguay. Llevaba tiempo con las ganas de publicar algo relacionado a ellos más allá de lo inmediato de un post de red social. Finalmente los caminos se encontraron por sí solos.
Mi amigo Chili (El Quinto Elemento) es responsable, entre otros buenos encuentros, que diera con algunos de los trabajos editados desde la casita discográfica Bistec. Y digo casita en el mejor de los sentidos, pues si bien es humilde la morada, ésta no está desprovista de calor y otros detalles que la alejan de la imagen carnicera que su nombre nos puede sugerir. Llevo algo más de un año atento a los movimientos del beatmaker charrúa M.Dellepiane desde que aluciné con Lobos En El Bronx, la versión remezclada que hizo al álbum Wolves In The Bronx del rapero miamense Seven Star. Dellepiane, de 28 años, lleva una década y algo más entregado a la continua disciplina de la producción musical. Él es responsable de más de un 90% del total de las publicaciones del incipiente label del paisito de Benedetti. Su sonido se caracteriza por mantener un equilibrio que corteja entre lo orgánico y lo progresivo, de vastas influencias, perseverante en el diggin’, donde nace su cualidad exclusiva de invitarte a explorar en pasajes y paisajes propios de un territorio desconocido, haciéndote turista y también residente de esa cotidianidad fantástica. Su nombre lo invoco cuando me preguntan por alguna recomendación o un simple –pero sincero— “qué estás escuchando”. De hecho, creo que a raíz de lo mismo fluyeron algunas buenas conexiones con sus ritmos para un importante álbum de rap nacional que hoy se cocina y esperamos pronto pueda darse a luz. Uno de estos días recibí con sorpresa un correo suyo para comentarme sobre su próximo lanzamiento. Fue sorpresivo por el hecho de que M.Dellepiane ya es under dentro del under, más aún porque su personalidad habita mejor y más codiciosamente en los procesos que en los resultados, sin embargo, y quién sabe por qué, le llegó el rumor de que por aquí había un bloguero que para sorpresa suya (sí, también) éste es seguidor silencioso de su obra. Lógicamente el dialogo manó y a mi favor no tuve que “enterarme por la prensa” sobre el estreno de Caminos, el nuevo disco del cubano Gordo William producido por M.Dellepiane. Vamos con el primer adelanto.
decidió resistir.
Estos jóvenes que hoy veo, ensimismados en su MP3 y con los pantalones más abajo de la cadera, asían –como una vez lo soñamos nosotros— el momento de estar “al mando de la casa” y cambiar los muebles, renovar pintura e invitar a amigos. Tienen la misma aversión a lo heredado e idéntico deleite por lo prohibido que todos los que hemos transitado por esa edad. No van a seguir el camino que les han trazado los mayores y –por suerte— no encajan en nada en el ideal del “hombre nuevo”. Me gusta la manera en que aparentan que nada les interesa, cuando en realidad aguardan por tomar el micrófono, blandir la pluma y levantar el índice.
Haciendo un paralelo entre Caminos y los relatos de “Cuba Libre”, descubro una ventana con un toque más poético y musical del que se asoman brisas de ese mismo desencanto, aunque enfatizando desde la resiliencia una filosofía más esperanzadora en la virtud humana como arma de combate y alimento espiritual, sin desentenderse por supuesto de esas “falsas realidades” o paraíso utópico de la república que Fidel castró.
El mundo se desvió y va de prisa contra el suelo. Somos amantes de nosotros mismos y del dinero. La felicidad se detuvo por un momento, cuando agarramos los sentimientos de instrumentos. Nos aferramos en desunir nuestras manos, a pesar de que somos hermanos nos tratamos con temor. Se nos prohibió el honor que nos dejaron los antepasados y lo cambiamos por dolor. Lo absurdo y sin razón sería no saber qué hacer con la alegría y andar como la inmensa mayoría: sin respuesta y encerrado en esta vida de porquería que te mata la conciencia día a día. Mantén tu mente con seriedad, regala muchas flores, comienza de nuevo a amar. Sé fuerte y real como la brisa del mar. Deja esta muerte en vida y comienza a andar.
Gordo William, integrante de Mala Bizta Sochal Klú y el colectivo La Invaxión A Occidente, tiene canas tanto en la calle como en el Hip Hop. Reflexiona desde la verdad, la suya y la de los suyos. Sus textos son vómitos de desahogo que revientan identidad de la que tan urgente Latinoamérica reclama, por lo demás, difícilmente encontrarás un rap más crudo en el continente. Para entender el proceso de gestación de un trabajo de esta categoría, el propio Dellepiane indica: “Cuando hace más o menos un año Yoyo volvió de visitar a su familia en Cuba, trajo bajo el brazo músicas, anécdotas y unas acapellas que me enviaba William grabados en una sola toma en la cocina de la 51, con un SM58 y una tarjeta de sonido que les acercó un amigo. Yoyo fue quien trajo ese motor para hacer de esto una movida que se mantenga en circulación, a pesar de la difícil comunicación: mails a mails de conocidos de amigos, llamadas caras a celulares fuera de servicio o con baja señal, y todo lo que se pueda enviar por correo o a través de alguien que viaje a la isla y así. De los discos que llegaron, uno de los primeros que escuché fue el disco del Conjunto Folklórico Nacional, música Yoruba, herencia religiosa afrocubana. El primer track “Canto A Elleguá, dueño de las encrucijadas”. Yo como mucho esperaba unos vinilos y algún acapella, pero lo que William había bajado me dejó sorprendido y me inspiró mucho. Así se abrieron estos Caminos”. Como mencioné, una de las especialidades de M.Dellepiane es esa dedicación en construir atmósferas que te sitúen en tiempo y espacio del contexto. El disco Caminos supera muy levemente el cuarto de hora de duración, pero tiene el peso de una obra completa. Es una producción que no requiere de mayor análisis, sino el simple acto de ser digerida y disfrutada. El viaje es un vídeo clip atemporal y colorido, de sentimiento vivo. Espontaneo y rellenito, que sabe dirigir y encontrar ambos caminos explotando los mínimos recursos a su haber para converger en una pieza íntegra y que sobrecalifica los atributos de sus protagonistas: un emcee y un productor en interacción como pocas veces se entiende en el Hip Hop. Colabora Yoyo en el corte “1995”, quien extiende el protagonismo de su participación a lo largo de los skits que evidencian su responsabilidad en el proceso del disco mismo. Y si hablamos del impecable resultado de la masterización del álbum, encontramos la figura del chileno Foex, reconocido productor y cabecilla del laureado sello Potoco Discos, quien suma otra joya a su catalogo con el respaldo brindado a Caminos desde Modos Estudio. Reparando en esto último, retomo mi idea inicial y celebro la existencia de procesos creativos de esta naturaleza: sin límites. Es la función que el día de hoy tiene el Hip Hop como herramienta de construcción y –específicamente en Latinoamérica—alineación de una base cultural e identitaria que convoca e integra. Me hace más sentido un rapero hablándome sobre la vida que un rapero hablándome sobre otros raperos. Me siento más liviano yo como persona. Larga vida al fresco y jugoso Bistec Records en su misión de abrir los caminos.